Cuando vivimos inmersos en una sociedad cada vez más dominada por los imperativos de la moda, donde la estética y la imagen, priman cada vez más en nuestro comportamiento y en nuestra vida de relación con los demás; desterrar algunos de los mitos que rodean a una de las técnicas quirúrgicas más demandadas en Cirugía Plástica para conseguir ese “cuerpo perfecto” al que cada día más personas aspiran (el aumento mamario mediante el empleo de prótesis de silicona) es una labor obligada por parte del Cirujano Plástico, preocupado por divulgar la verdadera naturaleza de la Cirugía Plástica y Estética, lejos de las frivolidades que muchas veces rodean esta rama de la práctica quirúrgica.
Pero si decimos que es una labor obligada, decimos también que no es, sin embargo una labor fácil. Estamos tan acostumbrados a ver y oír hablar de “gente operada”, que parece que este término se reduce simplemente a señalar a aquellas personas portadoras de algunos gramos de silicona en alguna parte de su anatomía. Cada vez que oímos a alguien comentar que tal o cual artista, modelo, etc., “está operada”, desde luego no se nos ocurre pensar que se ha sometido a una intervención de vesícula; asumimos con mayor naturalidad que se ha liposuccionado unos gramos de su contorno corporal o se ha añadido otros cuantos de silicona, para ofrecer esa imagen escultural que se convertirá luego en modelo a admirar y a imitar.
Pero por qué hemos de pensar que unas prótesis mamarias de silicona tienen que ir siempre asociadas a exuberancias y lucimientos corporales propios del ambiente del espectáculo, ó ser una herramienta laboral para las profesionales de la pasarela o las revistas del corazón.
Es aquí donde creemos que el Cirujano Plástico debe divulgar la verdadera naturaleza de esta intervención, sus indicaciones, expectativas y realidades, muchas veces, por no decir casi siempre, bastante alejadas de ese mundo de glamour.
En la consulta del Cirujano Plástico, nos atreveríamos a decir sin equivocarnos mucho en la estadística, que el 90% de las mujeres que demandan una aumento mamario no tienen ninguna intención de dedicarse al lucimiento corporal en el mundo del espectáculo, y no desean por lo tanto, que al ponerse unas prótesis de silicona sus pechos se conviertan en llamativas prominencias con el marchamo de la antinaturalidad).
¿Por qué parece que haya que asumir que unas mamas que llevan implantes de silicona han de ser identificadas instantáneamente como tales?. ¿Por qué esa idea tan extendida de que unas mamas con prótesis de silicona son igual a un escote exuberante, un busto grande, alto, rígido, que parece contra natura y se mantiene impertérrito ante los movimientos de su portadora?. ¿Cómo explicar a la paciente que acude a nuestra consulta demandando un pecho más grande, que ello no conlleva el que a partir de la operación todo el mundo note que se ha operado, no por el aumento de su contorno pectoral, sino por la apariencia artificial del mismo?
Pensemos en el tipo más standard de paciente que acude al Cirujano Plástico para solicitar una cirugía de aumento mamario. Son pacientes jóvenes, de 18-25 años, con senos poco desarrollados o mujeres algo más mayores, de entre treinta y tantos a 45 años que han sufrido un mayor o menor grado de atrofia mamaria debido a la edad, embarazos, lactancias, etc. Ambos grupos de pacientes quieren mejorar esa silueta que reafirme su femineidad, su autoconfianza, que les permita una mejor adaptación de la ropa, sobre todo cuando se acerca la primavera y el verano y las prendas ligeras y la ropa de baño obligan a eliminar algunos accesorios que durante el invierno les han ayudado a mantener el tipo.
Casi todas manifiestas lo mismo: “quiero aumentar el tamaño de mi pecho, pero tampoco quiero que se note demasiado”. ¿A qué hace referencia ese “no quiero que se note demasiado?. En nuestra práctica sabemos que no es el aumento de volumen, al cual enseguida se adaptan encantadas, sino a la percepción que los demás puedan tener de ese pecho operado. Que no se note que es de silicona; que parezca y sea natural en imagen, movimientos y al tacto y contacto.
Profesionalmente sabemos, y tenemos en cuenta en nuestra técnica quirúrgica, que hay dos puntos fundamentales a la hora de implantar quirúrgicamente unas prótesis de silicona: la correcta posición de los implantes en el tórax y la movilidad y sensación al tacto de los mismos.
En cuanto al primer punto, hay que ser muy exigente. No todo consiste en aumentar el tamaño de la mama introduciendo dentro de ella una prótesis que realce su volumen. Hay que conocer correctamente las medidas y proporciones de la mama natural y proporcionada.
En la mama “ideal” y armónica vemos como el complejo areola-pezón debe ocupar una posición centrada, de manera que en la visión frontal sea el punto hacia el cual fluyan todas las líneas y contornos mamarios. Si trazamos una línea transversa que cruce la mama por el pezón, obtendremos dos hemisferios mamarios, de manera que veremos como 2/3 del volumen mamario quedan por debajo de esa línea y sólo 1/3 de dicho volumen por encima.
En la visión de perfil, la proyección de la mama en la parte superior desciende en forma de línea ligeramente cóncava hasta el pezón, que protuye discretamente y desde allí desciende en forma de línea convexa hasta el surco submamario. Es decir, el pezón debe quedar apuntando ligeramente hacia arriba y con la mayor parte del volumen mamario por debajo de él en la convexidad.
La mama hipogénica o poco desarrollada además de un volumen pequeño tiene unas proporciones alteradas. Si nos fijamos con un poco de atención, es una mama pequeña, aplanada, con una areola que no suele ocupar una posición centrada y con un surco inframamario alto, es decir, siempre encontramos una distancia corta entre el borde inferior de la areola y dicho surco inframamario.
Si nos limitamos a introducir el implante dentro de ella, sin conocer o valorar los datos anatómicos que hemos explicado que debe tener la mama “ideal”, sólo obtendremos una mama más grande, pero mal proporcionada. La mayor pare de su volumen quedará en la parte superior, la distancia entre la areola y el surco inframamario seguirá siendo corta y ello hará que el pecho aumentado quede alto y con los pezones mirando hacia abajo.
¿Por qué aceptar esa imagen distorsionada como la consecuencia natural de llevar prótesis?
El implante bien colocado debe introducirse en un espacio amplio, correctamente labrado por el cirujano, que no comprima sus contornos y que fundamentalmente haya hecho descender la posición del surco inframamario existente para darse así a la nueva mama un contorno natural, de manera que la mayor parte del implante pueda ocupar esos 2/3, que deben quedar por debajo del complejo areola-pezón para que éste quede centrado y natural.
Insistimos en que el pecho con implantes de silicona no tiene porqué ser alto ni prominente en sus polos superiores, si la técnica quirúrgica es correcta y bien realizada.
En cuanto al segundo punto, la movilidad y sensación al tacto de los implantes, se relaciona en gran manera, por un lado con lo que hemos descrito en cuanto a una correcta técnica quirúrgica, pero también en gran parte con los cuidados postoperatorios que hemos de dar a la paciente.
La técnica quirúrgica basada en la disección de un amplio bolsillo que no se reduzca simplemente al tamaño de la prótesis que vamos a colocar, sino que amplíe sus límites por debajo también de los músculos sobre los cuales asienta la glándula mamaria y cuya anatomía el cirujano debe conocer, nos proporcionará un amplio espacio dentro del cual la prótesis podrá moverse con libertad, respondiendo a los movimiento de la paciente, de manera que el implante no queda alto en la posición de pie, pero que además mantenga un espacio para la movilidad cuando la paciente esté tendida de espaldas o de lado. Es decir, que el pecho con prótesis se mueva igual que el pecho natural y que desterremos esa imagen rígida que a veces podemos ver en los “top-less” playeros cuando vemos a un mujer tendida en la arena con dos montañas rígidas apuntando al frente que parecen no haberse enterado de que su portadora ha decidido tumbarse.
Para completar esa movilidad, además de la correcta técnica quirúrgica, somos muy insistentes en los cuidados postoperatorios, enseñando a la paciente en una serie de movimientos que comenzará a realizar inmediatamente después de la intervención para favorecer el mantenimiento de ese amplio bolsillo que hemos creado para dotar al implante de espacio y para lograr así que su pecho permanezca siempre blando y completamente natural al tacto, de manera que nadie note la rigidez de un material artificial, sino un pecho blando, natural, adaptable a cualquier manipulación sin sensaciones extrañas o durezas sospechosas.
Creemos que es nuestro deber como Cirujano Plásticos, es decir como profesionales médicos especializados, contribuir con artículos como éste al asesoramiento de todas aquellas personas interesadas en el tema de los implantes mamarios que hayan podido plantearse una cirugía de aumento de mamas pero que se sientan temerosas ante la idea, muchas veces frivolizada, de que un cuerpo operado tiene que notarse que lo está y por lo tanto, que esta cirugía es más propia de un mundo artístico o se asocia con una imagen de ostentación corporal con la cual no quieren que se les identifique. Todavía en el ambiento que rodea a los pacientes que se acercan a la consulta de Cirugía Plástica domina el tabú al qué dirán, o qué pensará la gente si me opero.
Desterremos pues, con un buen consejo y con un buen hacer profesional estas antiguas imágenes y acerquemos a todas aquellas personas interesadas la idea de naturalizad y accesibilidad que la Cirugía Plástica debe tener en nuestros días.